También el silencio(Parte 21) Adolfo Marchena (España) También te lo preguntas, Warren. Siempre parece ser lo mismo. Las mismas horas, una y otra vez; los mismos despertadores; el mismo temor a ser juzgado bajo acusaciones que nada tienen que ver contigo. No dejo de pisar el acelerador de este viejo coche que un día me llevó a los Alpes franceses, muy cerca del Mont Blanc. Perdí un tapacubos en algún lugar de la autopista. Me detuve en los canales con cuarenta grados de fiebre, hasta dormirme, bajo el efecto de una pastilla. Siempre se pierde algo, incluso la temperatura, cuando nos abandonamos y olvidamos la bondad. Hallamos más en el camino que el simple desgaste de los neumáticos. El camino, ese temblor que nos guía hacia la edad adulta, haciéndonos más viejos, inevitablemente. ¿Comprendiste algo aquella tarde en que cogí la mochila y salí a la carretera, para avanzar, haciendo autoestop, a ninguna parte? Supe de noches al raso, junto a muretes de piedra, supe de gasolineras que me proporcionaban agua; supe de chavales que desearon ser mayores para experimentar el desasosiego. Mientras tanto, tú te teñías el pelo o te recortabas las uñas de los pies. Tal vez yo hubiese hecho lo mismo, de haber estado en tu lugar. No me importó nada ofrecer mi cuerpo como moneda de cambio para conseguir algo de dinero o de comida. ¿Sabes? Aún lo recuerdo; me quedé dormido sin el miedo ni temor al mañana, a la cosecha venidera, al fuego de adentro, cuando no se espera nada y todo resulta aún posible.
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