El verdadero amor es fuerteCarlos Abraham (Líbano-México) La casa se encontraba en llamas, Andrés me cargó en sus brazos para sacarme de ese trágico momento en nuestras vidas, solo pensé: “Nuestra vivienda se terminó, pero no nuestro amor. Seguiremos unidos los dos hasta el final de nuestras vidas”.
Meses antes cuando se aceptó el casamiento de personas de un mismo genero, nos pedimos el corazón para poder asistir juntos al ayuntamiento y poder casarnos ante el presidente Municipal, después fuimos a la sierra a buscar una cabaña para poder vivir ahí. Ya como casados, encontramos una que nos gustó mucho y decidimos comprarla. Nuestros primeros meses fueron increíbles, hasta que comenzaron a pasarnos sucesos extraños en la cabaña. En las noches escuchábamos cómo crujía la madera, y en una de las mañanas comenzaban a aparecer manitas en algunas de las ventanas. No nos importó, pues nuestra vida continúo siendo feliz y los dos nos amábamos demasiado. Una mañana, Andrés se fue de pesca al lago, que se encontraba como a 15 minutos caminando. Regresó a casa pálido. Me contó que estaba en un punto alto junto del lago y vio a lo lejos cómo salía una gran mano y después esta volvió a sumergirse; seguimos sin tomar las cosas a pecho. Pasaron las semanas y en una ocasión nos fuimos los dos a la pequeña tienda del pueblo a comprar harina para realizar pan y otros productos que ya nos hacían falta; además, le encargamos a Joel —una persona que vendía leña— un buen tanto para nuestra chimenea. Veníamos caminando por una vereda en el campo, rodeados de altos arboles, cuando de repente me caí de sopetón; sentí que algo se había posado sobre mis hombros y me había empujado, no supe explicarlo bien, me quedé simplemente sin palabras. Esa noche no pude dormir. Los dos nos quedamos haciendo limpieza y mantenimiento a la cabaña; disfrutamos esa noche, salimos a ver las estrellas. Venus brillaba esa noche completamente. Disfrutamos nuestra vida de pareja y no nos importó el suceso que nos había pasado esa mañana. La verdad, mientras el amor sea sincero y este fuerte, no importa nada de lo que pase alrededor de una relación, es decir, no se le da una importancia. Disfrutábamos que no existía tanta tecnología a nuestro alrededor. Realizábamos cosas acompañados de la naturaleza. Ahí es cuando se valora a una pareja, pues se convive de una forma más interesante donde los dos ponen una misma parte en la relación. Terminamos tan cansados que los dos terminamos tirados en la cama. Observábamos las trabes antiguas de madera en el techo y nuevamente se escuchaba a la madera crujir de dolor, parecía que algo nos pedía a gritos. Los dos sentimos un fuerte frio que nos caló todo el cuerpo, y luego observamos cómo salía una sombra de una mano por debajo de la cama y se movía hacia arriba por la pared hasta llegar al techo, para luego huir por una de las ventanas. Nos quedamos viéndonos con una cara de qué paso, qué fue eso. Mejor nos paramos para caminar hacia el comedor para abrir una botella de agua gaseosa y tomárnosla poco a poco, con la chimenea prendida para sentir un ambiente de calor, para que se nos pasara el susto. Lo acompañamos con un pedazo de pan que habíamos horneado un par de días antes. Andrés me contó que en su familia tomaban un pedazo de pan para algún susto. Lo bueno que pasaba el tiempo, y a pesar de todo esto, nuestro afecto y amor no se terminaba. Se acercó el domingo y nos fuimos esa mañana felices a ver al párroco de la iglesia que se encontraba en una pequeña colina, la cual tenía una vista hermosa; era una iglesia antigua construida por el año de 1869. Llegamos juntos a saludar al párroco y estuvimos platicando con él. En un momento de la plática le contamos sobre los sucesos que nos habían pasado y nos dijo que, con la fe, no deberíamos de tener miedo. Los dos le asegurábamos que teníamos mucha fe y no le dábamos gran importancia a todo ello. Nos aconsejó que lleváramos agua vendita para rociarla por afuera de nuestra casa. Nos llevamos dos frascos de un buen tamaño y regresamos caminando felizmente; habíamos estado en completa paz interior. Al llegar a la puerta, Andrés me dijo: “Separémonos, uno de cada lado para ir rezando y rociando el agua bendita alrededor de nuestro nido de amor. Cuando ya llevábamos gran parte, escuchamos la madera crujir mucho más fuerte. Corrimos al interior, sentíamos cómo se movía de un lado a otro la cabaña; se cayó una viga que casi nos golpea y se comenzó a incendiar. No supimos qué hacer, pensamos en correr hasta la recamara solo por nuestros papeles importantes para salir después, pero no pude salir, me tropecé con un tronco que no supe de dónde salió. En ese momento sentí cómo Andrés me levantó firmemente en sus brazos para llevarme hasta la puerta principal. La empujó lo más fuerte de una gran patada. Nuestra imagen era de una pareja enamorada, donde uno iba siendo transportado en los brazos del otro y todo el rededor de nuestra vida estaba cubierta por un gran fuego de color amarillo con algo rojizo. Al estar ya completamente afuera, vimos cómo se caían partes de nuestro hogar por todos lados, por culpa de un fuerte fuego que comenzó de la nada. A lo lejos se veía la luna llena, ella fue testigo de todo este suceso. Caminamos desnudos sin nuestras pertenencias por ese campo, cubiertos de algo de hollín, siempre guiados por ese gran y bello astro. Llegamos como pudimos hasta la iglesia; ahí nos tiramos a la entrada, en el piso, para voltear a vernos y darnos un beso, donde los dos volvimos a sellar esa unión mutua. Fuimos más felices cada día, Andrés y yo.
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Marzo 2024
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