La única chamarraCarlos Abraham (México-Líbano) Jorge trabaja en un restaurante, es creativo y le gusta atender bien a los clientes para obtener una buena propina. Se acerca el fin del año y realizarán la fabulosa reunión de empleados. Se bañó para asistir y se llevó su única chamarra de vestir que tenía.
Salió de su pequeño departamento para caminar por cuatro cuadras mal pavimentadas y medio oscuras hasta la parada del autobús. Nunca se imaginó lo que le pasaría esa noche. Le llegó el recuerdo de una mariposa negra que se había metido a su recamara la semana anterior; para no matarla le colocó una escoba para que posara ahí y la pudiera sacar por la ventana de la habitación. No era supersticioso, pero recordó que existían algunas leyendas de estas. La compañía invirtió en dar una buena comida a sus empleados. Jorge se divirtió y gozó esa noche en compañía de sus compañeros de trabajo. El reloj giró varias vueltas hasta que dieron las 00:30 horas. Disfrutó tanto esa noche, que olvidó por completo que vivía en una ciudad problemática ante la inseguridad y los robos a gente por esas calles peligrosas. Recordaba la ciudad que parecía a la Inglaterra victoriana donde “Jack el Destripador” asesinaba a las damas. Solo que aquí los delincuentes asaltan y nadie realiza algo para que ya no estén pasando estos detalles que tienen a la sociedad de cabeza. Uno de sus compañeros de trabajo que poseía un vehículo, les dio aventón a Jorge y a otros amigos. Circularon por la ciudad, la cual tenía mala iluminación de media luz. En una calle se bajó Jorge para poder caminar hasta su departamento; se bajó despidiéndose de sus compañeros y les dijo que al otro día se verían en el trabajo. Caminó protegido del frío con su única chamarra, de repente vio unas sombras en la acera de junto; apresuró su paso firme, entonces escuchó el correr de unos chavos atrás de él. Ellos corrieron rápidamente, eran cuatro individuos encapuchados que lo alcanzaron para jalonearlo. Solo recuerda que sintió el jalón de su hombro derecho y escuchó que le gritaron: —¡Entréganos todo, cabrón! Sintió los golpes de varios puños por todo su cuerpo, patadas, hasta que cayó a la banqueta, pero continúo sintiendo las patadas ahora en su cabeza y rostro; lo atacaron como si fuesen unos vampiros hambrientos en contra de su presa. Quedó completamente privado, tirado y desprotegido, ensangrentado. Parecía que estos malditos seres nocturnos le hubiesen chupado la totalidad de su energía. Desgraciadamente nadie lo reconoció. Pasó 24 horas olvidado, los transeúntes lo veían, pero para su desgracia pensaban que estaba alcoholizado, hasta que pasó una ancianita de las que son olvidadas por sus hijos y nietos, quien lo vio y pensó en el pobre joven, y comenzó a pedir ayuda. Llegó la ambulancia, vieron a Jorge que estaba privado del conocimiento y se lo llevaron al seguro popular. Ahí continuó medio día más sin dar respuesta alguna. El doctor le hizo radiografías y estudios. Al despertar, el doctor le explicó que le habían realizado estudios y lo dejaron en observación por tres horas más para después darle de alta. Jorge, al levantarse, se pudo ver al espejo, entonces notó que un ojo lo tenía morado por los golpes. Le entregaron sus pertenencias, era solo la camisa, el pantalón y unos zapatos, pero se dio cuenta de que le faltaba su back pack con todo lo que había llevado dentro; para él era una lista grande, ya que era su tableta, su celular, la cartera con su identificación, la tarjeta de nomina del banco, una memoria con todos los recuerdos de varios años de su vida, entonces tristemente preguntó a la enfermera si no había por ahí una chamarra y esta le comentó que no, que no había nada más. Tristemente se retiró del hospital, golpeado y completamente desanimado, pues perdió su única chamarra con la que contaba para protegerse del frío. Ahora recordará tristemente la ciudad en la que habita con mucho dolor y sin poder cubrirse del frío.
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Marzo 2024
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