Mi nuevo miedoCarlos Abraham (México-Líbano) En las noches, Javier la pasaba moviéndose de a un lado a otro en su cama, y por más cómodo que fuera su colchón, él no podía dormir como antes, es decir, bien, pues sentía terroríficas las noches. Cuando se volteaba del lado izquierdo, sentía un dolor en su pecho, algo que estaba duro y le incomodaba para dormir.
En sus mañanas trataba de recordar a qué se debía esas noches de miedo acompañadas de dolor. La causa era que le habían colocado hace un par de semanas un desfibrilador, porque tenía problemas con su corazón, solo le funcionaba menos del 35 por ciento. El cardiólogo le puso una rutina estricta, tanto de alimentación como de ejercicio de fisioterapia. Llegaba un simpático y tierno doctor de baja estatura con una piel morena, siempre aparecía bien peinado con gel en su cabello, para realizar cada semana una nueva meta de ejercicios, no necesitaba estar del diario este entrenador porque Javier no estaba tan mal a la hora de las recuperaciones entre ejercicios. Cada que llegaba su entrenador, Javier se ponía más animado, cargaba la energía para realizar todo lo que le fuera diciendo, volaba con su imaginación, platicaban entre cada respiración, y ya sabía que estaba separado de su esposa, también le gustaba cocinar acompañado de una buena cerveza y le gustaba ser dominante. Algunas de las noches, Javier soñaba con el instructor, en como por lo dominante que es, lo forzaría para lograr ese resultado con mayor fuerza. Recordaba cuando le tocaba el músculo y lo forzaba con el giro brusco del movimiento; tenía muy presente la textura de sus manos cuando le tocaba su piel. Javier sintió dolor en el brazo izquierdo al darse un duchazo, podía ver en el espejo su piel un poco abultada por la intervención que tuvo al introducirle el equipo electrónico en su piel. Cuando Javier dormía y sin querer movía su brazo izquierdo con algunos centímetros hacia atrás, despertaba rápidamente, ya que sentía que la pieza que tenía dentro se votaría hacia el frente rápidamente, rompiendo todo el tejido de piel, ya que era rígida. Algunas de las noches eran trágicas, parecían como películas de terror, y por más que abrazaba a su almohada, las pesadillas le llegaban a cada momento, eran terribles, pensaba en ocasiones en la inseguridad del país, si le tocara un asalto seguramente los delincuentes abrirían el pecho para sacarle el desfibrilador y venderlo en el mercado negro, pues tienen 15 años de vida aproximadamente y cuestan un friego, aunado a que son aparatos importados y para colmo el hospital cobra aparte el descorche de la apertura y colocación de este. Termina de darse una ducha y, al verse al espejo la cocida que tiene, se estremece de angustia; lo bueno es que ya le quitaron los puntos, no le dolió cuando se lo realizó un doctor desconocido, a quien le llevó a la doctora que cobró por hacerlo. Lo único es que era un doctor bien parecido y alto, y lo más seguro es que era de una universidad privada al que no se le podía haber dicho ni un solo “auch”, se ve en la piel solamente una línea, recuerda a su abuelita cuando platicaba después de alguna operación, donde la habían cocido en el IMSS un doctor decía que era un carnicero, los tiempos cambiaron y ahora hay nueva tecnología. Pasaron los días y técnicamente Javier está bien, ya puede mover más el brazo izquierdo por toda la molestia del equipo y el otro por la molestia que le efectuaron, aparte un cateterismo y le introdujeron la guía por el brazo; al final solo le molestaba la pulsera médica que le pusieron para que cicatrice y no fuera a salir sangre por donde entró la guía. Ahora le toca poner mucho de su parte, Javier ya no podrá emborracharse, imaginen alcoholizado y con un aparato en el pecho, ha de doler y lo mejor que si se detiene el corazón por arritmia u otro detalle le va a dar una fuerte descarga, que se le va a bajar la borrachera en un segundo. Cuando fue a checar el equipo con el técnico de la marca, ahora fue muy sencillo, se recostó en la cama del médico y este sacó y pasó un sensor como un mouse que se conectaba a un equipo y ahí aparecieron rayas y números indicando que todo estaba bien en la transmisión, y el aparato estaba y continuaba conectado adecuadamente. Javier ya está pasando a otra etapa de la vida; cuando se necesita de tecnología para continuar con la vida, no sabe si va a vivir más tiempo que el desfibrilador o en un corto tiempo se quede dormido un día de estos para no volver a despertar jamás. Estos sueños nuevos en los que mantienen la luz oscura, por más que se camine a través de ellos, es como un infinito demasiado lejano, no se puede llegar al final, Javier ahora tiene que aprender a afrontar el vivir acompañado de una tecnología nueva para muchos, como traer un ser vivo incrustado en su pecho izquierdo. Creo que me realizaré un tatuaje en la cicatriz para taparla de alguna forma, aunque el cardiólogo ponga el grito en el cielo.
2 Comentarios
Eva Brito
27/3/2023 01:21:32 pm
Un texto que deja sentir los pensamientos y emociones de quién ha pasado por una etapa en la que la vida cambia, pero lo importante, sigue viviendo.
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Eva Benitez
28/3/2023 10:01:11 am
Felicidades
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