[…] para que me puedan entender los de mi familia, pues al final todo se desgració por continuar siendo un adicto al alcoholismo. […] Mi vida, el alcoholCarlos Abraham (Líbano-México) Pienso sentado en la mesa del comedor, acompañado de una copa de cristal cortado con un poco de vino tinto, sobre cómo puedo escenificar mi vida en solo tres partes, para que me puedan entender los de mi familia, pues al final todo se desgració por continuar siendo un adicto al alcoholismo.
La primera parte de mí, comienza cuando uno se está formando intelectualmente, pero en mi caso, mi padre no era lo máximo como profesor de la vida, solo era un macho x, y mi madre falleció cuando tenía los 11 años de edad; fue algo duro para mí, donde no supe que pasaría con mi vida. Trunqué los estudios, entonces mi padre y hermanos mayores tomaron la decisión de enviarme a vivir a casa de la hermana de mi madre, la famosa tía. Era una novedad para mí que comenzaba a saber cómo era el mundo real, me sentía extraño, ahora mi habitación solo comprendería el sofá de la sala de la casa. Mi tía trabajaba de cocinera en un club social de extranjeros que vivían ya en el país, ya sabía guisar el tipo de la comida que les gustaba, aprendió de una cocinera extranjera que trabajaba anteriormente ahí, y le compartió todas las recetas. Mi tía comenzó a llevarme con ella a su trabajo, por su amistad con el capitán de meseros le pidió que me involucrara en el arte de atender y servir a los comensales. Pero por mi escaza edad, me dejaban solamente cuidando la bodega donde se encontraban en cajas, los refrescos y las botellas de alcohol, estas últimas me atraían, pues parecía que me guiñaban el ojo, más que las tenía siempre junto de mí, yo era el que las vigilaba para que nadie se las pudiera llevar. Me llamaba mucho la atención el tipo de comida que se realizaba dentro de esa cocina, de repente veía que se servían bolas de carne rellenas de algo, o unos tacos de hojas de uva rellenos de carne con arroz, o patas de carnero, y los dulces se veían y eran una delicia, siempre podía quedarme con las orillas de la charola cuando los cortaban estos en cuadritos. Comencé a observar que de repente quedaban algunas de las botellas de alcohol, con algo de líquido en el fondo, ahí comenzó mi amistad con el encargado del bar, aunque no tenía yo la edad, me comenzó a compartir algo de esos sobrantes diarios, comenzamos a tomar cuando ya estaban por cerrar el restaurante, nos tocaba limpiar y dejar todo listo para que al siguiente día comenzara todo a la perfección. Mi infancia en lugar de estar estudiando, paso a estar a un lado de botellas a las que tenían que cuidar, comencé a aprender los negocios de los demás trabajadores, como era sobrino de la cocinera y ella los consentía a la hora de la comida de empleados, con suculentos platillos, me mostraron y enseñaron de todo. Aprendí que no se le serbia en la copa el total de la onza, solo un poco y se le agregaba otro líquido, nunca se enterarían de ese faltante, así al final del día habría botellas con algo de ese apreciado líquido y nosotros los trabajadores las pudiéramos disfrutar. Lamentablemente, comencé a tener un principio por esa adicción, a la vez fui cumpliendo más años, crecí, los compañeros del trabajo eran geniales, nos divertíamos, hasta en algunas ocasiones llenábamos los garrafones de agua con el agua de la llave, según era una orden del administrador para economizar los gastos. Qué aventuras tan chiras, la administración quería economizar de varias formas raras para los socios y nosotros nos transábamos como una o media pulgada en cada botella vendida de alcohol, al final del día realizábamos unas combinaciones extremadamente raras con esos sobrantes. Ahora me doy cuenta de que no le importó tanto mi educación a mi tía, simplemente era el sobrino que la ayudaba a cargar esas bolsas de compras en la central de abastos, entonces aprendí a que no existía alguna palabra de afecto, pues nunca descubrí como era el amor de una madre para con su hijo. En la segunda parte de mi vida, cuando ya tenía mayoría de edad, era muy dejado nunca fui por mi boleta del servicio social, pero si tuve que ir por la de votar, para que me pudiera quedar en el trabajo laborando. Ya entre todos los compañeros del trabajo comenzamos a realizar nuestro propio desmadre, de repente pasaba que en los finales de los ciclos escolares, hasta nos teníamos que quedar encerrados en el trabajo para dormir, no nos daba tiempo para poder atender desayunos, comidas y todavía cenas, terminábamos muertos de cansancio, recuerdo cuando nos tuvimos que quedar tres días continuos, encerrados, dormíamos como podíamos, tirados en el suelo, todo adolorido de la espalda, un compañero se ofreció a darme un masaje en mi espalda; no sé, pero esa madrugada sus manos fueron mágicas, me ayudó mucho para poder descansar las pocas horas de sueño que tendría, así el día siguiente estaba como nuevo para poder movilizarme en las actividades. Pasaron algunos años, y me movieron de estar cuidando en la bodega las botellas y refrescos, a comenzar a atender las mesas, siempre me respetaban los demás por ser el sobrino de la cocinera famosa. Ella mandaba, el que se portaba mal no le daría de comer bien. Estos trabajos son interesantes, siempre hay alguien fuerte, que es el que se va a aprovechar del más débil, buscan como ganar más, o piden dinero a uno, o algún favor especial para complementar esos permisos de las ausencias al trabajo, o para darle a uno las mejores mesas frente a los ventanales que eran las que siempre pedían los comensales más potentados, hasta para lograr atender al comensal más importante había que pagar algo casi como en el pasado, se volvía un pago de “tributo”. Llegó el momento en el que conocí a una mujer de mi edad, de otro estado, entonces comencé a conocerla, pues ya tenía la edad para casarme. Busqué un pequeño departamento para irnos a vivir ahí; pasó un año y en automático llegó el primer hijo y luego la segunda, supuestamente vivíamos felices, aunque me exigía siempre que le diera más dinero del que podía darle, por lo que tuve que trabajar extras y en todo lo que podía realizar. En las tardes de trabajo, continuaba con mis compañeros tomando algo que nos regalaba a todos el encargado de esa famosa barra, y los fines aprovechaba para irme con mis vecinos de la colonia, a echarnos unas chelas a la tienda de la esquina, un fin de semana se me paso la mano y tome demasiadas cervezas de lo normal, no recuerdo cuantas, llegue a casa, encontré a mi esposa con otro tipo con un mejor físico que yo, en nuestra habitación, me altere, lo madree un poco, pensé: buen físico, pero no sabía ponerse al tú por tú con alguien en los marrazos, le grite como loco a ella, esto le sirvió para que se aprovechara de mí, termino llamando a la policía para que me llevaran un par de meses a una casa de retiro y desintoxicación, además cuando salí de ahí ya tenía en casa un folder con una demanda por ella, donde me pedía le pagara una casa a donde vivir y unos extras. Fue genial, tener al salir de estar en cerrado una demanda, no sabía que decir, trague bastante saliva, sabia ella que yo dependía de un sueldo base y ese sueldo se lo entregaba íntegramente. Dejé el trabajo con mi tía, según yo para olvidar el estar tomando alcohol durante las horas de trabajo, y comencé esa búsqueda donde con escasos estudios y una completa falta de madures, buscaba lograr obtener ese trabajo que era el ideal. Comencé a buscar trabajos en varios restaurantes de la ciudad, buscaba los que eran de lujo, para que así llegaran comensales de un alto nivel adquisitivo, pidieran varias botellas de finos y costosos licores como coñac o algunos otros, para que llegara una buena propina, lástima que nuevamente el capitán era el que manejaba los porcentajes de las propinas, y nos quitaba una parte, además de cobrar por las mesas que le tocarían a uno ese día de trabajo. Nuevamente comenzaron los desmadres dentro del trabajo, si uno se llevaba con el barman este al final del día repartía los sobrantes de las botellas, así comencé nuevamente a tomar alcohol, la ida a la casa de desintoxicación no me funcionó en lo absoluto. Además de continuar la diversión en el trabajo, comencé a contestar la demanda contra mi esposa con un licenciado de los que ponen de oficio. Lástima que no lograba yo permanecer estable en un trabajo, no tenía los suficientes para ser una persona estable, sufría mucho con mi interior dentro de mi cabeza, esto no logró que pudiera estar constante en una compañía de algún restaurante de los que estuve trabajando. Los demás compañeros me enseñaron nuevas mañas para mí, una padre era que cuando descubríamos a alguien despistado con mucho alcohol en su organismo, con un buen celular que lo dejaba mucho tiempo sobre la mesa, le tirábamos la servilleta encima de este para cubrirlo, el siguiente paso era levantarlo rápidamente y guardarlo sin que nadie lo notara, al final nunca sabría en donde se le pudo haber perdido, ya teníamos quien los desbloqueaba y lo vendíamos en el mercado. También se podría hacer con otros comensales, que al total de la cuenta le agregábamos alguna otra botella, si no reclamaban y la pagaban, en la noche la compartíamos entre todos los cuates, lo que llegaba yo nuevamente movido a casa, el piso se movía y movía como si estuviera temblando, ahí continuaba una nueva lucha de palabras ofensivas con la madre de mis hijos, no me bajaba de ser un… La tercera parte de mi vida fue cuando continúe cambiándome en múltiples ocasiones de mi lugar de trabajo, por lo que el proceso de darle dinero a la familia me comenzó a costar. Me comentaba uno de los del clan en el trabajo que se dedicaba a vender su cuerpo para sacar más recursos extras, pues cada año todo subía terrible en este país, ahora hasta eso había que hacer para poder sobrevivir, quedo en mi pensamiento. Las mujeres interesadas eran las mesas donde solo eran bellas y ricas mujeres, disfrutaban de tirar comentarios para nosotros y hasta de repente les gustaba tocarle a uno las nalgas. Con todo el dinero que poseían, podían sacar al mesero seleccionado del restaurante para llevárselo con ellas como si fuéramos de su propiedad, al subirnos a su vehículo si no traían chofer, me prestaban el telemando para que lo manejara a gran velocidad por la autopista hasta la lujosa mansión que habitaban, ahí tomaba otro papel, las atendía en el camastro de la alberca, para que después me quitara mi ropa, la tiraban al piso, dejándome totalmente desnudo y nos introdujéramos en su alberca o en el jacuzzi. Algunas les gustaban llevarse a dos de los meseros del restaurante, para tener doble aventura y un doble goce en cama. Comencé a conocer a algunos de mis compañeros en pelotas. Me aconsejaron que me metiera al gimnasio para jalar lo más posible y así moldearía mi cuerpo, según yo, ya no tomaría en exceso alcohol para poder llevar esta nueva forma de vida que me dejaba más dinero. Abrí una nueva cuenta en el banco para no ser descubierto por mi vieja. Ya tenía a mis fans con las que me llevaban a disfrutar de la vida, realizábamos todas las loqueras y fantasías que querían. Un día me animaron y me fui a sacar mi pasaporte para comenzar a realizar con ellas viajes al Caribe, en aviones privados. Comenzó de nuevo un mundo de perdición, acompañado a la par de botellas de alcohol, pude enviar el dinero que requería mi familia, olvidé la mala amistad que se había creado con mi esposa, yo comencé a conocer nuevos lugares en mi vida, restaurantes de mayor lujo de los que trabajaba en mi país, unos platillos exuberantes y un sinfín de cosas más; comencé a vivir una nueva etapa loca en puros desmadres. Descubrí cómo disfrutaba acompañando a alguna mujer a que realizáramos su propia fantasía juntos, era algo de lujo, cambió mi forma de ver a la vida, ya la podía ver desde arriba; mejoró mi forma de vestir, utilizaba ropa interior de marca, me gustaba utilizar colores llamativos verdes claros o anaranjados, pero nunca logré frenar el poder alejarme totalmente de la cantidad de alcohol que me afectaba al cerebro. Un día al regreso a casa, llegué alterado, por lo que habíamos bebido horas antes; agredí nuevamente verbalmente a mi esposa, lo que ella cogió su celular para llamar a la policía, cuando llegaron platicaron con mi familia, que al final optaron por volver a enviarme interno a otro centro de desintoxicación con más exigencia, ahora sería un encierro por seis meses mínimo. Sé que deje por ahí algún corazón partido en el camino de la vida, espero recuperarlo en cuanto termine este tratamiento para volver a tener una vida igual o similar a la que ya llevaba. Lamentablemente, el alcohol logró terminar con una parte en mi vida, y ahora tendré que esperarme seis meses en esta reclusión en un mundo de cuatro paredes, para comenzar nuevamente después una nueva etapa y volver a ser alguien en este mundo. Salud, me termino mi copa.
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