Eva Leticia Brito - La nadadoraSiendo hija de un pescador y viviendo en la costa, sabía que había un estuario un poco más allá de donde el horizonte se perdía a la vista. Un estuario es la desembocadura de un río caudaloso en el mar. Se caracteriza por tener una forma similar al corte longitudinal de un embudo por la influencia de las mareas en la fusión de las aguas fluviales con las marítimas. Cuando el agua del río es dulce y llega al mar, la salada es más densa y queda por debajo, pero poco a poco la concentración de sal va pasando al lado opuesto hasta lograr el equilibrio.
Me cautivaban las historias de marineros que habían naufragado y arribado hasta el mismo. Algunos narraban sus vivencias dentro de un túnel de agua con sensación a infinito, otros encerrados en burbujas de aire que los aventaban a la superficie cerca de la playa, varios de ellos inmersos en la negritud del vacío sin entender que había sucedido. Pero eso sí, todos coincidían en agradecer haberlo librado. De aquellos que no regresaban nada se sabía y sólo dejaban tristeza en sus seres queridos y los pésames de los habitantes de mi pequeño pueblo. Desde mi primera infancia tuve muy claro que mi prioridad era nadar en esas hermosas aguas abiertas que eran mi hogar. Me propuse aprender a sortear las olas, soportar las dolencias que producen las aguamalas y la picazón de las quemaduras del sol y prepararme para los caprichosos cambios de temperatura del líquido vital. Tenía que esforzarme por ganar fortaleza física y mental para poder fluir en el océano hasta llegar a mi fin: el estuario. Por una u otra razón, o tal vez poniéndome pretextos, dejé los sueños a un lado para dar paso a la rutinaria vida diaria. Y en un instante llegué al medio siglo de edad. Pero vino la pandemia que sacudió al mundo y las conciencias y a mí me desempolvó las ganas. Así que me puse el traje de baño, cargué mi boya con guarniciones y lancé mi cuerpo a surcar la mar. Cerca del litoral nadaba viendo el fondo de arena y rocas. Un caracol apareció por debajo de mí y me sumergí hasta colocarme a su lado para hacernos compañía. Nueva y extraña sensación fue deslizarme como producto de la fricción de mi cuerpo sobre el piso: comprendí que a veces es necesario arrastrarse para avanzar. Emergí a la superficie para respirar, haciendo piruetas porque la energía me sobraba para ese entonces. Una pequeña tortuga pasó a mi lado y decidí competir con ella creyéndome ganadora prematura. Aunque se miraba lenta iba mucho más rápido que yo hasta que me dejó atrás. Gran lección me dio ese introvertido reptil: no demeritar el ritmo de los demás. Nadaba de día y noche y sólo me detenía para suministrarme de los alimentos energéticos que llevaba y descansar. Cuando sacaba la cabeza para respirar vislumbraba pelícanos y patos volando sobre mí, nubes blancas y grises, cielos calmos y atormentados. Disfrutaba el agua acariciando mi cuerpo con la suavidad de las manos de un bebé y otras con la rudeza de una tormenta de arena. En ocasiones me sentí abrazada y querida, rechazada o retada, alegre unas veces y triste otras. Mi cuerpo fluía como si fuera una ola o espuma, y a veces hasta olvidaba que era humana porque me concebía como agua. Como fuera, siempre me sentí en plena libertad. Dormía flotando boca arriba con mi boya como almohada, viendo estrellas y cometas fugaces. La luna presumía su belleza en cualquiera de sus fases, sabiendo que la poseía incluso cuando era invisible. Al voltear la mirada hacia la profundidad del mar las medusas multicolores emergían como en un acto de magia: era como de repente ubicarme en medio del espacio sideral. Mi conciencia alterada no distinguía si eran estrellas o seres marinos, si viajaba entre corrientes de agua o galaxias. Mi ser se convertía en un astro de mil colores y formas, omnipresente en el abajo y el arriba. Conforme avanzaba el oleaje se volvía más fuerte, tenía que hacer mayores esfuerzos por mantener la trayectoria hacia el estuario. Serpientes de agua gruesas, de escamas ásperas y heladas pasaban entre mis piernas, subían por mi vientre y se metían entre mis pechos para luego enrollarse en mi cuello. El miedo hacía lo intangible es una emoción traicionera porque deja la puerta abierta a la imaginación. Pero la valentía se compensa y llegaban traviesas culebras a cubrirme de calor donde el frío había dejado huella. Seguí mi ruta, vi peces de ojos grandes y saltones que me miraban asustados, otros ágiles y juguetones, algunos peleoneros defendiendo su espacio, otros parecían llorar y algunos hasta burlarse de mí. Pero fueron los delfines que me acompañaron por tramos, que me cantaron para arrullarme, que me dejaron recostar sobre ellos, que me protegieron de los depredadores; ellos, los que me amaron y amé, los que se clavaron en mi corazón. Así era el mar, lleno de contrastes, pleno de dualidad: sentimientos encontrados, temperaturas opuestas, obstáculos y facilidades, pero siempre placentero. Sin percibir el tiempo eché un vistazo y ubiqué la orilla más cerca, sabía que pronto llegaría, pero tenía que nadar más lento porque mi energía ya no era la misma. Me sabía cansada, pero fue cuando entendí que solo el viaje, más que el objetivo, habría valido la pena. Mis pies tocaron una roca, me sostuve en ella y gocé poder erguirme de nuevo como debieron sentirlo aquellos primeros hombres en caminar sobre dos piernas. Logré salir de la inmensidad del océano y el viento me cobijó. Enfrente de mí estaba el estuario de aguas revueltas que poco a poco se amansaron hasta llegar al equilibrio. Fue entonces cuando pude ver el río y me dirigí hacia allá. Y ahí estaba él, ya me esperaba ese hermoso xoloitzcuintli. Se acercó a mí, me olfateó, me lamió la cara y yo lo acaricié. Ya no seguiría nadando sola ni cansada por las aguas fluviales, tendría un compañero. Me ladró en señal de que había llegado la hora de partir y volteé a ver por última vez el azul profundo de la vida. Me subí en su lomo y fluimos por la corriente hacia el Inframundo. Cumplí mi reto, soy una orgullosa nadadora, soy ganadora.
2 Comentarios
Eva Benitez
16/12/2022 06:06:37 pm
Felicidades muy bonita forma de comparar la vida con nadar en el mar. Y hablar de nuestras tradiciones
Responder
Eva Leticia Brito
17/12/2022 01:20:14 pm
Gracias.
Responder
Deja una respuesta. |
Archivos
Marzo 2024
Categorías
Todo
|