[…] Nunca se sintió culpable por eso, o al menos eso creo hasta ahora […] Gylsa Barajas Como mi madre Gylsa Barajas (México) Siempre he admirado a mi madre, se mostraba tan segura de sí misma y de lo que decía. Me enseñó muchas cosas, las más importantes: que no necesito a nadie más y que yo sola puedo lograr todo. Ella me decía, “¿para que necesitas pedir ayuda?, cuando seas grande no vas a tener a nadie quien te ayude, resuelve las cosas tú sola”. Recuerdo cuando era niña como constantemente me recordaba que yo no era nadie comparada con ella. “No sé por qué te molestas en llamar mi atención, tengo cosas más importantes que hacer, no puedo perder mi tiempo con alguien como tú”; me decía constantemente. A pesar de su frialdad, siempre le admiré. Me encantaba como convencía a los demás para hacer lo que ella quisiera, con mi abuela por ejemplo, si necesitaba dinero para adquirir algo o algún favor iba a su casa y después de hacer un poco de conversación nunca faltaba la famosa frase. “Pues es que últimamente todo ha sido muy difícil, ahora tengo que mantenerla a ella y tú sabes que no fue mi culpa”. Y cada vez como por arte de magia después de oír esas palabras mi abuela cedía a lo que ella le pidiera. Nunca se sintió culpable por eso, o al menos eso creo hasta ahora. Siempre que salíamos de la casa de la abuela me decía “viste lo fácil que fue eso” con una enorme sonrisa en su rostro. Aun así yo no comprendía porque le pedía dinero a la abuela, siempre asumí que ella tenía suficiente por la manera en la que discretamente le decía a los vagabundos que se pusieran a trabajar, que por eso estaban así.
También se aseguraba de minimizar mis problemas, aparentemente yo solo vine a “arruinarle la vida”, todos los días era el mismo discurso, el que me molestaran en la escuela no se comparaba con lo que ella había pasado. Ella nunca me lo contó, pero siempre imaginé que eso era lo que le había formado el carácter que tenía. A final de cuentas no me podía quejar de ella, era lo único que tenía, el único ejemplo a seguir presente durante toda mi infancia. A muchas personas su personalidad les podría molestar, pero yo siempre lo vi como un impulso para seguir adelante, ella ilustraba mis pensamientos y mi meta era ser como ella para que así me prestara atención. Cada vez que entrábamos a una habitación actuaba como si todos estuvieran esperando su llegada, no asimilaba como era que tenía esa seguridad. Cuando yo entraba a mi salón no podía evitar escabullirme para que nadie notara que había llegado, por eso siempre la admiré, ella podía llegar y esperar que todos le pusieran atención porque no había nadie más importante que ella. Yo quería ser como mi madre, pasé mucho tiempo obsesionándome con la idea de seguir sus pasos, miraba detalladamente todo lo que hacía, desde como trataba a los demás, hasta la forma en la que caminaba. Honestamente, yo no sé cómo fue qué pasó de esperar que toda la atención se enfocara en ella a simplemente irse, yo no podía comprender por qué si era tan segura de sí misma y mejor que todos los demás, se fue tan repentinamente. Aun así no la necesito, ella tomó la manera más fácil de terminar con todos sus problemas y se marchó. Lo que me duele es que no pude despedirme de ella. Debió pensar en que me habría gustado decirle adiós.
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