Mimeógrafo #123 Agosto 2023 GhostingLinda Acosta Rodríguez (México-España) I
Marcela y Felipe viven juntos. Preparan la cena a conciencia, les sucede que es uno de sus momentos eróticos. Ella le observa a él pelar zanahorias, lo seduce con la mirada. Él sonríe. A veces, mientras la sopa espera el punto de ebullición ellos se dan arrumacos, se acarician, besos suaves, sin importar lo que sucede en la televisión. Cuando llega algún mensaje al teléfono celular de alguno de ellos respetan la intimidad de cada uno. Alguno de ellos responde los mensajes, y vuelven a mirarse, siguen riendo y tocando sus cuerpos. Aquella noche Marcela se quedó sola en el sofá. Felipe con sus manos regordetas cubrió su teléfono, y empezó a teclear ansioso. Ella le observo, pero él no le dirigió la mirada. Así que le convoco con voz dulce y clara. –Felipe, ven conmigo un momentito, amor. –Sí, cariño, estoy contigo en unos minutos. Estoy respondiendo a mi amigo Iván, hace mucho que no chateaba con él como hoy. Me está diciendo puras tonterías pero es divertido –sonrió sin quitar vista al dispositivo. Ella esperó paciente, siguió acariciando sus rizos. Él regreso enseguida y la besó. Le dijo que era hermosa, y volvieron al abrazo. La sopa hervía, entonces, Felipe se acercó a observar el resultado culinario. En ese instante Marcela tomó el celular de su compañero de vida para comprobar la hora… Una retahíla de mensajes románticos encontró, sonó el teléfono, un mensaje con emoticones apasionados aparecieron. Una tercera persona, virtual, mantenía una conversación con su amado. Se miraron, con ojos acusadores se rompía la atmósfera íntima de apapachos. II No era la primera vez que Felipe jugaba a enamorar a otras personas por chat. Les dedica frases y sueños bien estructurados. Marcela los sabía, habían hablado de las normas sociales y sus personalidades poco convencionales. Comprende, de algún modo, que en el mar de la humanidad una sola persona no puede satisfacer las necesidades, inseguridades o carencias de otra. Hay que armarse de valor para esta gran verdad; todos venimos de historias y recorridos diversos o desiguales en el río de la existencia. Ella lo había intentado, mantener relaciones románticas con otros, lo hizo para comprender a su amado, así, frente a él empezó a teclear a un cubano, a un fotógrafo, mas no pudo continuar. –Soy honesta, les digo que estoy contigo, para explicarme, digo, que es ‘una relación abierta’, no puedo pasar de ahí. Hay personas interesadas, no se me dan las conversaciones románticas en el chat. No me importa que te gusten otras mujeres, es humano. ¿Qué te dicen cuando saben de mí? ¿Les parece bien una relación casual, sin compromiso? ¿Te gusta alguien en especial? Felipe guardaba silencio a esas preguntas, no decía nada. La abrazaba, y al oído le decía: –Lo nuestro es real, tú eres la que vive conmigo. Eres mi compañera, eso es lo que importa. III No hay un perfil para las personas que hacen ghosting. Es una especie de cacería. Aquí no voy a relatar los rasgos detallados y profundos de Felipe. No se trata de un arquetipo psicoanalítico. Cualquiera puede caer, es una tentación desde el ego. Hay un filtro que distingue entre los activos y pasivos. Toda persona que usa el chat para mantener una conversación con desconocidos, sin un vínculo previo, está buscando. ¿Qué buscan? Satisfacer emociones, o sensaciones externamente. Las personas heridas, aquellas que vienen de relaciones sufridas, rupturas dolorosas son las presas fáciles para los encuentros emocionales. También, cierto, los cazadores pueden ser cazados, y casados. El fantasma establece los vínculos muy rápidamente, es directo. –Me gustas, me intrigas, me fascinas, me siento atraído por tu personalidad. Por el contrario, el objeto de deseo del seductor atina a decir sus reservas, con cierto halago y timidez abre su mundo: –Tengo hijos, estoy recién separada, tengo un trabajo muy estresante y me absorbe mucho tiempo, no sé si estoy lista (o listo) para una relación, tú también me gustas aunque no nos conocemos. Ha caído, se ha enfocado en el punto vulnerable, la presa muestra el talón de Aquiles, ahora quien seduce conoce el tino. –Podemos conocernos poco a poco, podemos tomar un café y charlar, sigamos hablando de lo que nos gusta. ¿Te gustaría ir al cine conmigo mientras nos tomamos de la mano? La conversación se vuelve un oasis al desastre selvático de la presa. El cazador (o cazadora), acorrala entre el deseo y la atención la captura. Habla de sí, también responde las inquietudes de la persona objetivizada, sabe que se trata de un juego virtual. No hay nada malo en esto, pensará, así que mantiene una relación entre la máquina y su receptor. ¿Juega con inocencia en el juego del amor? Venus en Géminis, dice la astrología; el interés por las personas y su diversidad. El don de la palabra y la escucha. El juego de buscar gemelos de alma. ¿Una asignatura espiritual? IV Hilda es una mujer que terminó su relación de pareja a finales del año pasado. Fueron casi veinte años de relación. Ahora pasa los cuarenta años. Es universitaria, tiene un posgrado y un trabajo que demuestra el sacrificio que realizó. Al llegar la noche entra en su cama, revisa en su teléfono fotografías de sus amistades, algunas son parejas que aparentan felicidad, ella está frágil, anhela, desea. Recibe un mensaje a su buzón, alguien le saluda. –Hola, ¿cómo estás? Vi tus publicaciones y me pareces una mujer muy interesante, así que decidí escribirte, también me gustas. –¡Hola! Oh, gracias. –¿A qué te dedicas? –Soy productora, también me gusta la fotografía. ¿Y tú? –Soy biólogo y he escalado varias montañas. Vivo cerca de las montañas, seguro te gustaría conocer. Me interesan las plantas medicinales, tengo varios artículos escritos. La conversación continúa, ella le cuenta su vida. A ese desconocido que parece muy interesado en ella. Revisa sus fotos, nada extraño, un chico atractivo. Googlea su nombre, cierto, hay varias referencias académicas de sus investigaciones. Se abre a la posibilidad de conocerse. ¿Por qué no? Los chats se hacen recurrentes, quizá se vean una vez o dos, para tomar un café, imagina, le seduce la idea. No hay nada más bonito que encontrar a una persona interesante que te de atención, piensa. Quizá nunca se vean, descarta esa posibilidad. Hilda se ilusiona, se le ilumina el rostro con cada mensaje de su ‘pretendiente’. –Me encanta platicar contigo, eres una mujer muy sensible. V Un día Hilda escucha el sonido de su buzón. ¿Será Felipe? “Hola Hilda, perdona que te escriba. No me conoces. Vivo con Felipe. Soy su compañera de vida. Sé que te escribe, por error vi los mensajes románticos que se envían. No sé si te dijo… No te enojes, soy mujer igual que tú. Por favor, no lo tomes a mal, no me importa que esté hablando con otras personas, o que le gusten más mujeres, sólo quiero saber que tú estás de acuerdo en que además de tu relación hablemos más.” VI Felipe se esconde tras el dispositivo, es su zona de privilegio. Escribe a una y otra. No hay error, solo son palabras, piensa para sí. “Las palabras se las lleva el viento”, una frase que se dice a sí mismo mientras teclea palabras amorosas a Georgina: –Vi tu nueva foto de perfil, estás hermosa. –¡Felipe! ¿Cómo has estado? Hace semanas que no sé de ti, te escribí, me preocupe, nunca respondiste. Quería invitarte a mi cumpleaños. –Estuve ocupado, en el Instituto de Investigación nos han exigido resultados inmediatos para una publicación. Perdona mi desaparición de las redes. ¿Cómo fue tu cumpleaños? Te compraré un helado y pasearemos juntos muy pronto. Ella se emociona, él ha vuelto a su vida. Tres semanas después de chatear él desaparece de nuevo. Ella se siente vacía, ha contado su vida a ese desconocido, se ha enamorado. Entra una y otra vez a confirmar si en su perfil hay interacción. Felipe no ha posteado nada, seguramente estará ocupado, piensa. Pasan los días, Felipe pone una reacción con corazón a la nueva foto de perfil de Georgina. Ella se conmueve, le escribe. Él no responde. Ella lo sigue en las redes sociales, cada vez más infrecuente, asume que no están ‘destinados’. Desaparece, el hombre galante, como parte de la gelatinosa red de sus contactos virtuales. VII Hilda se enoja con Marcela y con Felipe. ¿Por qué no terminó antes con Marcela? –No te dije nada de ella porque no quería nadie entre nuestra historia. Además ella y yo no estamos bien. Eso se va acabar pronto –cree que es la mejor salida, para no hacer daño. Felipe regresa con Marcela después de escribir a Hilda, no le reclama. Hasta que ella lo saca en la conversación. –Me hiere que le mientas a otras personas. –No debiste escribirle, no era nada importante. –Para ti no, Felipe, quizá para ella sí. –No, yo te quiero a ti, eso es lo real. Marcela recibe un mensaje de Hilda: “Te deseo suerte, él también está jugando contigo”. La bloquea a ella y a él. Hilda se enoja mucho. Se siente herida. Escribir de nuestras vidas a desconocidos, en nombre de la ilusión. Sí, eso no era amor. Quizá soledad, pero no amor. ¿Habrá autocrítica de la construcción de las relaciones virtuales? VIII Felipe vive en silla de ruedas, un accidente le dejo, casi, sin andadura. El joven brillante y apuesto que un día fue se ha ido esfumando. Es autónomo hasta cierto punto, trabaja desde su casa; a veces usa las muletas; cojera irreversible, dolores insoportables cuando trata de apoyar la extremidad. Se levanta temprano y le prepara el café a Marcela. Ella lo ama, conoce que su vida es también a través de él. Lo de ellos es real, no hay nada podrido entre ellos; discuten como cualquier pareja, saben sus debilidades. Marcela observa la foto del joven galán, y contempla al hombre que camina a su lado, hay un abismo desde aquella noche en la que una sombra se cruzó en el camino. Un estallido hizo volar por los aires el auto. IX No hay justificación para ocultar. Todo es comprensible, aquí hay un dilema entre la ética y la necesidad. Los fantasmas asustan, dan miedo, aparecen y desaparecen. Diana terminó su relación, Javier le había sido infiel. Artemisa, herida sale a cazar. Es libre, soltera al fin, después de aquel torbellino de mentiras y ocultamientos. Dispara su flecha. No está lista para un nuevo compromiso. Habla con varios hombres a través del chat. Crea una imagen de mujer segura, sus publicaciones hablan de su condición civil: ingobernable. –Ramiro, vi que eres editor, yo escribo. Ojalá podamos coincidir en algún momento entre vino y poesía. Un corazón, un fuego, una carita con beso. Él halagado le oculta que está comprometido, su boda será en junio. ¿Qué hay de malo entre un coqueteo virtual? –Sebastián, eres muy dulce. Podríamos quedar entre semana, ¿a qué horas sales de trabajar? Él, casado, se imagina una relación diferente a su rutina. Se siente en forma, sube fotos insinuantes dirigidas a Diana. Hace ejercicio, se escribe con ella casi todos los días, se enamora. Ella desaparece. No vuelve a escribirles, incluso los bloquea.
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