[…] En mi cerebro, en este momento casi enfermizo, libera cantidades insalubres de dopamina, endorfina, serotonina y otras “inas” […] (Mariano Sholto – Olor a muerto) Olor a muertoMariano Sholto (Argentina) -La vida parece un cuento macabro. Como siempre, dormís caliente, cómodo como nunca. Tan plácido que te cuesta despertarte, aunque ya esté bien entrada la mañana. Inevitablemente, te levantas como todas las mañanas con el aroma de tu desayuno favorito, el sol resplandece en la ventana, te tocan la puerta para entrar, y en una bandeja de plata reluciente (porque todo parece relucir con brillo propio en los buenos recuerdos) viene el primer bocado del día. Lo tomas con calma, escuchando las otras almas del palacio moviéndose por las distintas habitaciones, cumpliendo distintas tareas, planeando sus días, durmiendo, soñando. El sentimiento de múltiple simultaneidad de acciones siempre me hizo sentir abrumado, te da perspectiva de todo, te hace actuar con premeditación. Después de desayunar, abrir la ventana y salir al balconcito, mi parte favorita de la casa, donde se observa el jardín real. La mañana me da un cálido abrazo y me ciega, pero después de unos segundos los ojos hinchados todavía por las largar horas de sueño se acostumbran y te revelan un paisaje familiar pero exquisito, un campo Eliseo en la tierra. Los colores de las flores con sus aromas dulces y fuertes me envuelven en un éxtasis de sentidos. No puedo evitar inhalar una y otra vez, tratando de grabar en mi mente los aromas y colores de las flores. Fresco, violeta, lavanda. Amargo, Blanco, gardenia. Dulce, elegante, Jazmín. Prohibido, sangre, Rosa. En mi cerebro, en este momento casi enfermizo, libera cantidades insalubres de dopamina, endorfina, serotonina y otras “inas” que me dan un shock para empezar el día con un impulso que algunos llaman extremo, aunque estos momentos de felicidad no duren mucho. Desde niño tengo un olfato peculiar, tan sensible que un olor puede manejar mis nervios mas que cualquier desafío político o discusión con otros nobles. Un olor en el rincón mas lejano del parlamento puede llevarme a las náuseas o al desmayo, lo que es un problema muy grande cuando se es príncipe. Volviendo a mi rutina, me separo dolorosamente de esas orgásmicas fragancias y me escurro por el pasillo que da a mi habitación, especialmente perfumado cada vez que ingresa o egresa alguien, y me hundo en mi bañera personal, como todas las mañanas. Este habito mucha gente lo cree en contra de la salud, aunque mi boticario real, Alfred, descubrió gracias al auxilio de lentes potenciadoras, que los animálculos presentes en el cuerpo se reducen grandemente al tomar baños con agua jabonosa y caliente. Sus descubrimientos son útiles…además de que justifica que evite ensuciarme y sobre todo los olores entremezclados de suciedad corporal y los perfumes artificiales, ambas cosas que me revuelven el estómago. Después de haber disfrutado de los vitrales y mosaicos de mi baño, me visto, perfumo y me preparo para los distintos olores del día. Primer mi padre, que está actualmente en su habitación por un fuerte resfriado. Dirigiéndome a su recamara, percibí un fuerte olor a sudor a través de la puerta y reconocí al instante la persona detrás, Berta, la sirviente mas antigua y olorosa de la casa. Abrí la puerta sin poder evitar mi cara de disgusto y me encontré con la mujer madura y gorda tan conocida y querida en el palacio. Puedo entender en cierta parte lo que la gente ve en ella (la gran mayoría declara que es de confianza, gran amiga de la familia y sobre todo de mi padre y madre), pero nadie puede oler lo que yo. No es solo un aroma, cosa que tengo que resistir hasta con mi propia familia, sino que mi capacidad va más allá de eso, se adentra en la persona, en su mente. Inhaló una gran bocanada de aire, ella me saluda con grandilocuencia, como hace siempre, me pregunta si necesito algo y sin mediar palabra o soltar un suspiro niego con la cabeza y con paso rápido sigo mi camino, como hago siempre. Hasta ese punto se limita cualquier interacción. No creo haber mediado palabra alguna con ella, aunque con su aroma me basta, lo mismo si su vida estuviese escrita con todo detalle en un libro abierto frente a mí. Aguanto la respiración lo más que pueda y aunque se haya ido a otra habitación puedo oler su pestilencia remanente en la habitación de mi padre. Estar con mi padre es un alivio, ya que es la única persona que no posee olor o por lo menos no me es desagradable. Allí hablo de su salud, de mi hermana Lucia, del jardín, le afirmo que lo mantienen en impecable estado y que esta mas bello que nunca. Le prometo que cuando este bien, probablemente la semana que viene, tendremos un festín ahí. La idea le gusta y me sujeta la mano, me mira con ojos dulces, ancianos, testigos de toda una vida y de varias guerras, siento sus manos palpitar, oigo su respiración…golpean la puerta. Por su aroma la reconozco y apenas puedo resistir las náuseas. Suelto la mano de mi padre y le digo que descanse, que volveré pronto. Abro la puerta sin mediar palabra con la aberración a mis sentidos, no tomo aire, pero tampoco respiro. Cruzo un pasillo completo, una sala completa y cuando llego a un baño me encierro y tomo una buena bocanada de aire. Ya no la siento. Me recompongo en el espejo, articulo decorativo que adoro. Me peino, respiro, salgo. Apenas veo hacia el gran ventanal del salón veo a Lucia sentada en la mesa de ajedrez, bañada por la luz de la todavía radiante mañana. Me acerco a ella y siento su aroma. Es de las pocas personas que conozco que huele bien, como a rosas. Entablamos una conversación superflua sobre el clima, pero infiero que algo se sale de lo normal en su lenguaje corporal. Su olor esta un poco difuminado por los polvos para la piel. Ese polvo no es común en ella… indago sobre el tema y me anoticia de la proposición de Sir Philip, nuestro padre le dio permiso para que tome su mano. Esta indecisa, casi al borde del llanto. Le pidió un receso para pensarlo bien, aunque en realidad ya había tomado la decisión, pero pensaba como informarla a Philip y cómo convencer a nuestro padre. Nunca me mira a mí, mantiene su atención en lo que sea que pase a través de la ventana. Súbitamente, rompe en llanto incontrolable. Las lágrimas fulguran con el brillo del sol en sus mejillas, se enrojecen sus ojos y su aroma se mezcla con sal. La envuelvo en mis brazos para reconfortarla un poco y ella se levanta para ir a su habitación. Todavía con un brazo en su espalda la acompañó a su cuarto en el primer piso. Como no se que hacer o decir, no mediamos palabra mientras subimos los escalones, donde el olor a materiales de construcción abundaba por las recientes remodelaciones. Entramos al cuarto, con la cama recién hecha, donde sentí la esencia de una ida hace pocos minutos de Berta, lo que me sacó de sintonía por un momento. Parecía que me seguía a donde fuera, me encargaría de sacarla del palacio a como dé lugar. Después de unos minutos se calmo y me abrazo, terminando el asunto así, con lágrimas derramadas, pero nada en el tintero. Al disponerme a irme, el olor repugnante de Berta, a su suciedad, se hizo presente junto con su presencia. La puerta se abrió sin golpear, primer disparador de mi repentina colera. Parecía alegre, tan eufórica que su voz estaba agitada y su olor mas fuerte que nunca. Mi hermana se secó las lágrimas como pudo y se levanto a recibir a Berta. Esta hizo caso omiso de los ojos rojos y la voz temblorosa de lucia, y dijo su estridente voz “¡Luci, me entere de que te casas con Sir Philip! Debe ser el momento de tu vida querida, al igual que cuando tu madre se caso con Clarice, eran tal para cual. Las dos personas bellas, de gran clase y cultura…estoy tan feliz por ti, querida mía. ¿Cuándo será la boda? Te Mudaras con él, ¿Verdad?” toda clase de pinchazos y patadas al animo de Lucia, que a todo asentía sin pensarlo. Tengo que decir que algo tomo mi razón y una idea me cruzo la mente como un rayo. Interrumpí la cascada de palabras bañadas de putrefacto aroma provenientes de Berta con un manotazo a la mesa de luz. Ella me miro, confusa, se levantó y salió de la habitación como un rayo. Yo salí tras ella, dejando a mi hermana en silencio de misa. El llame y ella se paró en medio del pasillo, que daba a la cocina, y antes de que pudiera reaccionar la metí en el guardarropa contiguo a la habitación de mi hermana. Mi corazón pulsaba mas fuerte que nunca en mi pecho y el olor vomitivo de Berta estaba más cerca que nunca. Aguante el asqueo momentáneo y la sacudí, sin decirle ni una palabra. La gorda señora me preguntaba que pasaba que me había puesto así mientras sollozaba, aunque sin gritar. No pude aguantar más y vomité ahí mismo, manchando toda mi ropa. Por un instante ella se quedó parada ahí, mirándome con grave desesperación, como si supiera lo que se venia. Rodeado de estos olores, con mi instinto animal sustituyendo al humano consciente, ella intento irse con la excusa de buscarme nueva ropa, pero la traje del brazo a la cocina, que afortunadamente estaba inhabitada. El lance al suelo y tome un cuchillo, el primero que vi por ahí, y ahogando el primer y único grito que lanzo se lo clave en el pecho, dominado por una violencia bestial e incontrolable. Sin sentir nada, vi brotar la sangre, sintiendo su olor a metal, mezclado con olor a especias de las alacenas. Me separe del cuerpo y me fui de allí al cuarto de mi padre, y sabiendo que no podría escaparme de lo que hice, confesé todo y me entregué a la justicia.
El joven se acomodó el pelo, temblando de frío en el calabozo, vigilado por el verdugo, muy interesado en su historia. -Lo irónico es que ahora mismo siento solo mi olor, el olor a muerto y no puedo recordar el olor de mis flores favoritas. Fresco, violeta, lavanda. Amargo, Blanco, gardenia. Dulce, elegante, Jazmín. Prohibido, sangre…evoca otros recuerdos. Me trae al momento en el que acabe con el olor de Berta en ese frenesí, pero siento que un olor peor al de esa mujer emana de mi ahora, olor a muerto en vida.
0 Comentarios
Deja una respuesta. |
Archivos
Marzo 2024
Categorías
Todo
|