Por la distanciaNancy A. Salazar (México) Conocí a Raúl por redes sociales, todo comenzó con un follow de mi parte, ambos teníamos cuenta privada, por lo que era un misterio saber más de nosotros, este enigma se solucionaría con tan solo aceptar la solicitud de seguimiento. Pasaron unas cuantas horas hasta que recibí una notificación, revisé mi celular de inmediato, pues esperaba ansiosa que fuera por parte de Raúl, y efectivamente, venía de él la notificación.
—¡Me ha regresado el follow! —exclamé, ya desde entonces me emocionaba que ese chico tan guapo mostrase interés en mí. Para mí, Raúl seguía siendo un misterio, uno que deseaba resolver. Teníamos demasiados amigos en común, por lo que se me hacía raro que no nos hubiéramos topado o conocido antes, poco a poco me fui interesando más en él, y mi interés era muy hondo, tanto que lo fui demostrando hasta hacerlo evidente. Un día, dejé todo mi miedo atrás y opté por hablarle. Un “Hola” fue lo que le mandé. Sentía las mejillas hirviendo y como mi corazón se aceleraba rápidamente por los nervios; contestó de inmediato y continuamos la conversación. No tenía fe de que eso funcionaria, pero realmente me equivoqué, jamás pensé que esa noche me desvelaría solo por estar hablando con él. Al despertar, ya tenía un: “Buenos días”, salté de mi cama con entusiasmo, pues eso para mí significaba que quería seguir hablando conmigo, y eso me llenaba de emoción. Pasaron varias semanas, yo empecé a demostrarle mi interés, y claro que éste fue muy notorio. Por lo que Raúl hizo lo mismo todas esas semanas y las siguientes. El sentimiento de que lo que sea que estaba sucediendo era mutuo, realmente me llenaba de mucha emoción y felicidad. Fueron pocos los meses que habían pasado, él y yo, ya hacíamos llamada todas las noches. Escuchar su voz me daba demasiada paz, había veces en las que no hablábamos en la llamada, pero simplemente con saber que él estaba del otro lado de la línea, era suficiente. Un día cualquiera, se me ocurrió preguntarle que cuando nos conoceríamos, pues realmente quería verlo en persona; él me contestó que Carlos, un amigo que teníamos en común, daría una fiesta en la que yo también estaba invitada, la casa de Carlos sería el lugar en el que Raúl y yo nos conoceríamos. Se acercaba la fecha, y ambos estábamos tan ansiosos. Durante esa semana sucedió algo inesperado, algo que no estaba en los planes de nadie. Yo tenía que salir fuera de la ciudad urgentemente, cosa que me impedía asistir a la dichosa fiesta de Carlos. Hablé con Raúl, pues me sentía apenada de que no podría ir a la fiesta, entendió los motivos del porqué no iría a casa de Carlos, pero a la vez se sintió un poco triste y decepcionado. “Es solo un fin de semana lo que estaré ausente, no te preocupes. Habrá más oportunidades de poder coincidir”, le dije por texto. Paso el fin de semana, yo aún no estaba en la ciudad. Ese pequeño viaje de dos días se convirtió en estancia de una semana, después dos, tres, y así, hasta que se cumplió el mes estando fuera de la ciudad, una cosa llevaba a la otra, eso impedía que me regresara a mi casa. Raúl estaba intrigado de lo que pasaba, según solo me iría de viernes a domingo, pero ya había cumplido más del mes en ese lugar ajeno al de mi ciudad. Esto no impidió que siguiéramos hablando. Me confeso sus sentimientos hacia mí por un mensaje, tenía planeado decírmelo en la fiesta, pero no fue posible. En ese momento no podía creer lo que estaba leyendo, ¡le gustaba a Raúl!, y por supuesto que él a mí. Se cumplieron tres meses de mi estancia en otra ciudad, las cosas con Raúl iban en serio, pero, por otro lado, la distancia era lo que impedía todo y gracias a esto, el interés se fue perdiendo, ambos ya no mostrábamos el mismo afecto que antes, y eso nos lastimaba a los dos. Por si fuera poco, mi estancia en aquella ciudad se iba a incrementar. No sería lo correcto tener una relación a distancia sin conocernos en persona, decidimos tomarnos un tiempo y crear una amistad, ambos estábamos de acuerdo, pero yo aún sentía algo por él. Después de medio año, regrese a mi querida ciudad. Estaba tan entusiasmada que había olvidado avisarle a Raúl, ya que habíamos perdido un poco de contacto. Dio la coincidencia de que Carlos estaba planeando otra fiesta, me mandó mensaje para avisarme, y por supuesto que si iría; era mi oportunidad de por fin conocer a Raúl. Llegó el gran día de la fiesta, llegué un poco tarde pero eso sí, antes que Raúl. Estaba muy nerviosa, pues yo aún sentía cosas por él, pero no sabía cómo expresarlas, ya que en ese tiempo solo éramos amigos. “Amigos”, tener que ver a Raúl con ojos de amistad, me era imposible, ya que él era todo lo que yo quería. Daba todo por estar con ese chico lindo de cejas pobladas, ojos marrones y linda sonrisa. Cuando por fin llego Raúl a la fiesta, me encontraba muy nerviosa. Pasaron cinco minutos y me atreví a saludarlo, me recibió con un fuerte abrazo, un abrazo que jamás olvidaré, un abrazo que me sanó de todo. Estuvimos mayor parte de la fiesta juntos, yo estaba tan feliz y no sentimos las horas mucho menos los minutos, de repente (o eso nos pareció) la fiesta terminó, realmente quería pasar más tiempo con Raúl pero ya no era posible. Después de ese día, pasó un buen rato y no nos hablamos, yo sí quería hablarle, pero preferí aguantar hasta que él lo hiciese, me intrigaba demasiado que había pensado de mí. Él no me habló. Me atreví a especular que se había llenado de orgullo y su ego estaba a un punto que era muy insoportable. Pasó medio año, volví a hablar con él, al parecer el Raúl que había conocido, había vuelto, volvimos a intentar tener una relación, esta vez, siendo más constantes. Salíamos todos los fines de semana, y simplemente, estaba viviendo mi sueño con la persona que tanto amaba. No duró mucho ese sentimiento, Raúl se empezó a distanciar, pero no me lo expresaba, me daba cuenta por sus acciones y contestaciones. Fue cuando todo se derrumbó, esta vez ya no habría vuelta atrás, mis oportunidades de estar en una relación con Raúl habían terminado. Le demostré como me sentía al respecto de todo lo que estaba pasando, él decidió tomar la culpa, y se disculpó conmigo por no poder estar en su mejor momento para una relación. Acepté su disculpa, pero aun así yo seguía amando a Raúl, tener que aceptar que todo había terminado, simplemente fue un desgaste para mí. Me encontraba en lágrimas mientras leía su texto de despedida, y no tuve otra opción, más que aceptar ser su amiga. ¿Ahora quiere que sea su amiga...?, ¡Amigos para qué! , si yo aún lo amo. Como era de esperarse, Raúl y yo perdimos el contacto, de amistad no tuvimos nada pues decidí alejarme, ya que, solo sentía pena por mí misma al estarle rogando a alguien que jamás querría algo serio y se tomaría todo a juego. Nos dejamos de ver, e incluso de hablar, su nombre era muy mencionado en pláticas con amigos míos, por lo que me era difícil olvidarme de él. Era un sentimiento de angustia, pues sabía que él estaba perfectamente bien sin mí, no le faltaba nada, mientras que a mí, me hacía falta él. Pasó el tiempo y nos reencontramos en una fiesta, al verlo, ya no sentía nada. Pero todos los recuerdos de las veces que la pasábamos juntos se me venían a la cabeza, paseos en el carro, comidas, idas a la feria, fiestas y demás; todo se me acumuló en un mismo instante. Pasaron los meses y decidí aceptar que lo mío con Raúl ya no llegaría a nada, mi existencia ya era lo de menos en su vida, por lo que decidí hacer lo mismo. Olvidé a Raúl, borré todos los recuerdos de mi memoria, e incluso borré todas nuestras fotos, aquellas que conservaba desde hace tiempo. Me atrevía a decir, que por fin, Raúl ya estaba en mi pasado.
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