La lista negra Samantha (México) I
Desde hace cientos de años se ha enseñado que las almas se dirigen a el cielo o al infierno, al paraíso o a las tinieblas y siempre surgen preguntas relacionadas a quien es el encargado de escoger el destino de cada alma, pero nadie se pregunta acerca de quiénes son los encargados de recogerlas. Dioses de la muerte, esa es la respuesta correcta, entrenados para la eficiencia y carentes de la empatía humana. Claro, para cada regla existe una excepción, yo soy la de mi especie. Nunca disfruté ver el tiempo de vida restante de una persona, al principio solía ser muy sensible a la hora de recoger las almas, podía ver sus recuerdos, eso me incomodaba y me ponía nervioso, tantos destinos, tantas aventuras, viajes, experiencias, maneras de enamorarse, lo único en lo que podía pensar cada vez que las veía era cuanto extrañaba ser un humano de nuevo. Porque sí, a diferencia de mis compañeros yo recordaba una vida anterior, con una casa junto al río y una familia platicando en torno a una reconfortante fogata. ¿Nombres? No, sólo imágenes, una mujer de ojos cafés y orejas pequeñas, dos niños que gustaban de trepar a los árboles. Quizá es debido a mis recuerdos el que me cuesta tanto llevar a cabo mi trabajo. —Toma Hoseok esta es tu lista de hoy, hazlas llegar a salvo —dijo mi superior al momento que me entregaba una lista larga llena de nombres. —Gracias, lo haré. Es la lista de personas que perderán su vida hoy, la mayoría de ellas ancianos, gente que ha vivido lo suficiente o personas que se buscaron su propia muerte. Mi trabajo consiste en estar cerca minutos antes que la persona sufra un “desafortunado accidente”, tomar y guiar su alma. También debo de buscar personas quienes su esperanza de vida sea menos de un año y anotarlas en una lista, la cual los otros dioses de la muerte y yo llamamos “lista negra”. Los mejores lugares para encontrar este tipo de personas son los hospitales, he visitado casi todos los hospitales de mi zona de trabajo. Supongo que tendré que volver a hacerlo. El trabajo nunca termina. Alguna vez me pasó por la cabeza que sería mejor que todos se murieran de un solo golpe, total, el destino de todo el que nace es la muerte. Incontables pasillos, paredes blancas, y personas caminando de un lado a otro, todos con prisa, busco entre las habitaciones, 122, 123… 124, la habitación que le pertenece a la última persona en la lista. Una anciana de 87 años morirá hoy a las 11: 22 am. Dirijo su alma a “soul palace” donde a todas sus almas se les es asignada su siguiente parada, siendo sincero no sé cómo funciona ese lugar, nunca he estado ahí. No se me permite el acceso. Mi siguiente tarea consiste en llenar listas con nombres, entro en cada una de las habitaciones, leyendo sus nombres y días restantes. La habitación 210… me gusta ese número. Tengo un juego en el que pienso las distintas maneras en que pude haber muerto. Una de las que más imagino es en la que estoy desahuciado, una enfermedad incurable y mi habitación es precisamente la 210. Mi esposa, Samantha (le he puesto ese nombre porque me agrada, su nombre real no lo recuerdo), me toma de la mano y me dice que no puede vivir sin mí. Yo le respondo que la amo y que siga adelante, entonces exhalo mi último aliento. Un quejido me devuelve a la realidad, veo a una madre llorando mientras habla con un doctor justo afuera de la habitación, me provoca sensaciones de vomito, decido saltar esa habitación. El llanto cesa inesperadamente justo después que el doctor se marcha, la única acción de la señora es secarse las lágrimas rápidamente, sacar un lápiz labial rojo y aplicarlo sobre sus labios, acto seguido llama a su esposo quien se encontraba sentado en esas sillas incomodas de hospital, lo toma del brazo y caminan rápidamente hacia el ascensor. Me quedo parado sin poder despegar los pies del piso viendo toda esa actuación, agradezco que los humanos no pueden verme, y tomo esta oportunidad para correr detrás del doctor que hablaba con aquella madre hipócrita que simulaba dolor. El doctor no volvió a mencionar el caso, mi única opción era entrar a la habitación. Pase la entrada de la habitación, era exactamente igual a las demás, excepto que esta no contaba con ningún regalo de “recupérate pronto”, después de ver al joven tendido en la cama, me di cuenta de que la razón de aquel hecho, él nunca se recuperaría. Los dioses de la muerte tenemos la habilidad de ver los datos de una persona justo arriba de su cabeza, al igual que los días restantes antes de su muerte. Nombre: “Min Yoongi”. Edad: 21 años. Tiempo Restante: 203 días. II Siendo sincero después de ese día no dejé de pensar en ese chico, y en como nadie lloraría su muerte de manera sincera. Comencé a observarlo de cerca, nadie lo visitaba, y los doctores no lograban sanarlo, en los días que me presentaba en su habitación, lo veía haciendo las mismas tres actividades: leer, dormir, componer. Sus días restantes estaban contados solo restaban 160 días. Estuve 33 días visitando su habitación, y nunca lo vi sonreír. Asimismo, tampoco tuve el placer de volver a ver a su hipócrita madre. Después de pasar días pensando en esta ridícula opción, por primera vez rompería una regla siendo un dios de la muerte, ya que a pesar de ser poseedor del título “dios” solo somos superiores a los humanos, los demonios, los dioses menores y los dioses supremos, eran nuestros dueños y si alguien descubre esto, no quedara ni mi alma. Seré su ayudante personal, el ayudante de Min Yoongi, fingiré que su madre me ha contratado y me encargare de hacerlo sonreír y divertirse, antes de su muerte. Uso mi forma humana, mi cuerpo anterior (o como creo recordar que era) mi cuerpo humano antes de morir, me siento cómodo. Entro al hospital y me detengo ante el inmenso escritorio redondo lleno de papeles, la enfermera sonríe. —¿Está buscando a alguien?, ¿viene de visita? —Soy el ayudante personal de Min Yoongi, su madre me contrató. La enfermera comienza a hojear una carpeta enorme, sigue la lectura con el dedo y me mira. —Habitación 210. —¿Cómo está? La enfermera me mira con sus ojos de sapo, niega con la cabeza y da un largo suspiro. —No te mentiré, su corazón es débil, no le queda mucho tiempo. Agradezco y tomo el ascensor. Después de unos cuantos pasos me encuentro frente a su puerta. Toco suavemente y no escucho respuesta alguna, decido abrir la puerta sin consentimiento, y ahí está el, acostado en su camilla al lado de la ventana, ofreciéndome una mirada de desprecio y desagrado. Me acerco lentamente a su cama. —Hola, mi nombre es Jung Hoseok, soy tu nuevo ayudante personal, tu madre me contrató para cuidarte. —Yoongi solo me da la espalda y replica: —Dile a mi madre que no necesito un niñero. Me siento en la silla que se encuentra al lado de su cama y trato de iniciar una conversación. —¿Cuántos años llevas aquí?, ¿quieres ir a tomar un paseo? —digo con el tono más dulce posible… probablemente demasiado dulce. —¿No vas a callarte, no es así? III Después de eso salí de la habitación con el propósito de no darme por vencido, así que lo único que podía hacer era traerle el almuerzo. Lo hice durante dos, tres, cuatro días. Mostrando una actitud más confiada entré a la pequeña habitación, coloqué su mesita y puse la comida encima. —Come —dije con una voz fría, tratando de evitar mi error anterior. —La comida del hospital es un asco, pensé que ya lo sabías —dijo tras varios días de mutismo, volteándose para volver a dormir. —Salgamos entonces, te llevaré a comer fuera del hospital —le propuse con una sonrisa, a la que recibí una negativa más. —Llevo tres años aquí y nunca me han dejado salir, aún con la compañía de un doctor, qué te hace creer que tú serás diferente. —No forzosamente debemos pedir permiso —guiñé el ojo, su cara reflejó confusión, acto continuo abrí una silla de ruedas, y le arranqué todas esas agujas incrustadas en su cuerpo, afortunadamente el desprendimiento de estas de su piel no ocasionó ningún cambio en los números arriba de su cabeza que indicaban sus días restantes. Tomé la silla donde ya se encontraba sentado y comencé a caminar, y a correr, dentro del elevador nos sentimos seguros, solo faltaba llegar hasta la salida. Caminé lentamente hacia esta, llevando a Yoongi en la silla, pero justo antes de poder salir un doctor nos detuvo en la entrada. —A dónde se supone que van— nos gritó. —¿Eh... Ah? ¿Nosotros? nosotros solo vamos a tomar aire fresco —justo una enfermera llamó al doctor, ambos se marcharon apresurados y corrí empujando a la silla hasta la salida. Logramos salir del gran hospital, después de correr por infinitos pasillos, volteé a ver cómo se encontraba Yoongi y este rio con una gran carcajada, sin poder contener la risa y perdiendo la respiración a causa de esta. Y ahí me di cuenta, después de verlo sonreír, de que todo se volvió más claro, los números encima de su cabeza aumentaron. Me quedé perplejo mirándolo, nunca había visto esta clase de anormalidad en una persona, ¿acaso era posible?, su vida aumentaba cada vez que reía o sonreía. —Hoseok ¿a dónde se supone que vamos ahora? —Dije que te llevaría a comer ¿no es así?, iremos a el mejor restaurante, ya lo verás. Caminamos por varias calles hasta llegar a un parque, su rostro delataba cuánto deseaba salir, de pronto señaló un girasol. —Se parece a ti. —Ni siquiera soy rubio, Yoon —reí. —Igual se parecen —llegamos al restaurante, entramos y el ambiente era sumamente alegre y olor en el aire exquisito. Yoongi se veía emocionado, y pidió realmente demasiada comida. —Yoon, quiero que me veas como un amigo, no solo como un niñero, ¿de acuerdo? —¿Cómo me pides eso después de ser contratado, huh? —me respondió con una mueca mientras comía. Con una risa nerviosa solo me quedó confesar. —Bueno acerca de eso, realmente no conozco a tu madre, solo te vi solo en el hospital y quise pasar el tiempo contigo, por lo que inventé una pequeña mentira —abrió los ojos con sorpresa y soltó un grito. —Técnicamente me secuestraste. Sus números aumentaban cada vez más. IV Seguí visitándolo a diario y salíamos a escondidas de los doctores, hacíamos cosas que Yoongi disfrutaba, y cada vez sonreía más seguido, su esperanza de vida sobrepaso los 5 años. —Hey Yoon, mañana no podré venir, lo lamento es solo que estoy algo ocupado —Yoongi me sonrió, asintió y me despidió con un movimiento de mano. Había descuidado mi trabajo de dios de la muerte durante demasiado tiempo, me saturaron de trabajo, y le mentí a Yoongi, no falté un día, ni dos, probablemente un poco más de una semana completa. —Hoseok, desapareciste un tiempo, no puedes ignorar tu deber, toma tu lista nueva —gritó mi superior. Tomé la lista y me quedé paralizado en el momento en que leí el primer nombre: Min Yoongi.
1 Comentario
Eva Brito
25/3/2023 10:22:40 am
Me gustó la trama
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