La niña lo mira, mira, la niña lo está mirandots hidalgo (España) (sabrá Vd. perdonar, don Federico):
Los García, o llámalos si quieres X, familia de provincias promedio… el pene, el coño… el bebé, y, años después, la parejita: deciden recorrer mundo, deciden recorrer norte, durante un tiempo, hemos cerrado, como todos, el grifo y el reloj: tras quedar atrás, o eso parece, los compartimentos estancos (el caballo de Guernica del revés), vienen a Madrid, Villa y Corte, y visitan, en Black Friday, un parque temático, a las afueras de la capital: vino del Renacimiento, música del Renacimiento, comida del Renacimiento, donde el atrezo está muy bien logrado, escrito está, y una de las actrices viste un abrigo de piel de vaca, entonces fotos, entonces Facebook, a esto le sigue una tarde en el barrio de Salamanca, en el Retiro, también en Las Ventas (¿quién prevarica y arde, en este valle de lágrimas y toreros?), un rincón, entre periférico y céntrico, de este mundo en ruinas, en el que el himno se balancea (y dejar, en la vida, habitación), donde un toro, allá por primavera, está mal planchado: asoman clarines y timbales… un toro está mal planchado, mientras rugen los cristianos: eternos herederos del circo romano, en un viernes calvo como una raqueta, un toro está mal planchado, está mal planchado, a las 5 de la tarde, y otro, y otro, y otro, y otro, y el último de los toros: también está mal planchado, por eso no entra al trapo: pez de plomo zambulléndose en un cielo color albero, al declinar sus ruedas, tras dictar sentencia un pene de hojalata: enésimo más bien sexto cadáver a pilas de la tarde; una vez en el centro, una cierta cantidad de curiosidad, los García, visitan una ópera llena de moscovitas, y de toda una suerte de sospechosos potentados locales, quienes viven brillantemente uncidos al concepto del vicio (y van en carroza a saltarse la tapa de los sesos), de nuevo un abrigo de piel de vaca, ya de camino a la entrada, esta vez pertenece a una de las moscovitas, más fotos, más Facebook, una ambulancia en el tráfico, la niña, o el niño, entonces dice, frente a cámara, frente a Facebook, y posteriormente aparecer, este mismo video, en la red social, entre diversos titulares de desastres naturales, o lamentables casos de agresión y acoso, o, en una vernissage, gente descalza, bebiendo vino en pijama, y la niña lo dice en un tono espeluznante, Ojalá estuviéramos ya en el Burger King (¿o es que no se puede ya soñar, fuera, o antes de los mármoles?): el Black Friday (y nuestros pecados) son un amo ingobernable: tiempos de narcisismo y tulipanes (negros) gobernando nuestra Vía Láctea; en paralelo, escenarios de No hay nada de comer: 0 euros; abocados, quizá, a la parálisis del Salvaje Oeste: hoy no se renuevan las bombas (¿en alquiler los laboratorios?); sí se renuevan, por contra, los rugidos de la masa (a modo de cuento de hadas)... sistema: siempre se puede pensar que todo lo visto forma parte de un retablo de locuras: en la antítesis, por tanto, acaso, de todo esto, pero siendo parte, o expresión directa, pase lo que pase, del mismo conjunto, del mismo sistema, mis vecinos del séptimo piso, del mismo portal, de otra escalera, fuera de sincronía, fuera de economía, no pudieron pagar la hipoteca… al mando de la costra y de la usura… la presión innegable de la angustia, los retos imposibles, tirando de los nervios que ensamblan el cerebro con lo insoportable… una ventana, sus múltiples reflejos… ¿se ponen de parte del negocio?, sus múltiples, fragmentados, reflejos, digo, saben adónde aquellos fueron: mis vecinos duermen hoy, sin mayor evaluación territorial, ni reencuentro, como un océano sin fondo… ¿quién se suicida, justo después de haber hecho la colada?: una empresa aterradora: correr hacia el accidente, una cerradura nueva, en esa ventana todavía no hay vidrio, este se estrelló contra el césped (llámalo un jardín, y, cuando llega el frío, el sol apenas está puesto: toda una trama, todo un prado, sobre el que cruzar todas las fronteras, cruzar el implacable tiempo), ni siquiera hubo un grito horrible, y entonces pétalos más pálidos, más pequeños, más diversificados en tono, como de gente rara, una floración infectada, que se dice que está “rota”, y esa pantalla rota, ese miedo escénico, es una esperanza, holograma y oro, por unos instantes, un stop, en la última decisión, por unos instantes, que deviene, finalmente, en caballos en llamas, una película encrespada, electrificado el aire (un escenario a juego, teñido de rojo y ogro: y programar, ante ello, finalmente, la cirugía, los cielos bajos y nublados), y en un dolor más arriba que el miedo… ese miedo escénico es una extraña, potente, trágica noticia, a cargo desde entonces de una niña: a ojos de una niña, a partir de hoy en su memoria, ¿un inicial confeti a modo de vidrio? (son imágenes de hoy mismo): durante un brevísimo espacio de tiempo, a modo de cierre, todo pareció acaso slapstick: anoche, y tras el tránsito, hacia la luz, de estas personas, la radio puso polcas lentas.
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Marzo 2024
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